miércoles, 22 de febrero de 2012


No sé si entiendes como me siento. Tal vez sí, tal vez no… Bueno en realidad hasta el más fuerte de todos ha tenido alguno de estos momentos de bajón, pero no todos los bajones son iguales. Existen los bajones porque te has levantado con mal pie, porque te has enfadado con un amigo, porque has discutido con tu pareja, porque te has metido en un buen lío, porque te han castigado sin ir a un cumpleaños, porque temes la bronca de tus padres cuando vean las notas…porque hay bajones por chorradas y hay bajones…que no se pueden explicar con palabras.

Tal vez pienses: “JODER, todos hemos tenido un día de bajón, pero no le damos tantas vueltas.” Sí, yo pensaría lo mismo que tu, pero este bajón es de los que te hace pensar. De los que cuando te vas a duchar, pones la música a todo volumen, te sientes con las piernas agrupadas y los brazos alrededor de ellas y piensas, piensas hasta que empiezas a llorar, y cuando empiezas a llorar, da igual lo que pienses, ya no tiene ningún valor. Por muchas vueltas que le des viene a tu cabeza la imagen de la persona por la que lloras y punto, se acabó. Lloras y lloras y lloras, como si el mundo acabase ese mismo día, y en cierto modo es así. Va pasando el tiempo: un cuarto de hora, media hora, tres cuartos… ¡UNA HORA Y MEDIA! Tu madre, temerosa de que algo te haya ocurrido llama a la puerta del baño: “¿Cariño, estás bien? Llevas ahí dentro hora y media…” La voz de tu madre te saca del mundo en el que te habías sumergido y piensas: “¡Oh, no!, ¡¿Cómo voy a llevar aquí HORA Y MEDIA?! ¡Eso es imposible, si me senté aquí hace cinco minutos!” Te secas las lágrimas, mientras intentas distinguirlas de las gotas de agua que corren por tu cara y te aclaras la voz, entonces dices: “Sí, mamá…ya voy…aún tardo un poco…”

Sales del baño y vuelta a fingir, que estoy feliz como una perdiz…

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